Desayunar fue el hábito más difícil
Antes de empezar el plan de alimentación, yo creía seriamente que cuánto menos comiera más iba a bajar. No me gustaba desayunar. En realidad, me daba fiaca ponerme a armar algo. Cualquier cosa que requiriera un esfuerzo para mi bienestar era algo que no valía la pena. Si, en serio. La verdad es que probé tantas veces tantas dietas insoportables que llegó un punto en que me harté y lo dejé al destino. Me había costado tanto, y no había visto resultados, entonces no valía la pena.
En esta época yo vivía triste y desmotivada. En el trabajo no me estaba yendo de lo mejor, no porque no performara bien, sino porque en la empresa donde trabajo en esa época mi trabajo estaba muy subestimado, entonces no tenía muchas cosas para hacer. Naturalmente, eso me desmotivaba. Si me conocen, saben que amo estar con mil cosas a la vez, y tener casi nada para hacer no me hacía gracia.
Cuando fui a la primera consulta con Agus no había desayunado. Era a las 11:30 la consulta, y yo ese día me había levantado a las 5 porque estaba trabajando con un equipo de Hong Kong y era el único horario en el que coincidíamos. Habían pasado 6 horas y media y yo no había ingerido absolutamente nada. O peor aún, lo que podría haber ingerido habría sido helado, o golosinas. Empecé a hablar con ella y me preguntó: “Qué desayunás normalmente?” Yo “….No desayuno”. Me miró en silencio, entre sorprendida y preocupada. Inmediatamente después me dijo “Bueno, tenés que empezar a desayunar. Te levantás media hora antes y te hacés el desayuno”. Honestamente, lo que pasaba normalmente es que tomaba un café con algo cuando llegaba a la oficina alrededor de las 10am. No me justifico, simplemente lo recuerdo así.
Pienso a quién se le habrá ocurrido decirle al mundo que no comer te hace bajar de peso, que la mejor forma de vivir sanamente es morirte de hambre, y cómo durante décadas realmente lo creímos cierto.
En fin, fue el hábito más difícil porque me requería un esfuerzo que no tenía ganas de hacer. Recuerden, el cerebro es vago, por eso cuesta cambiar. No hacerme el desayuno implicaba, entre otras cosas, dormir hasta el momento en el que era 100% necesario que me despierte. Siendo completamente sincera, dormir era la mejor forma de evitar mis problemas. Al principio fui muy rigurosa, como siempre que empiezo algo nuevo. El plan decía 3 rodajas de Pan integral + queso untable y mermelada o
2 feta de jamon y 2 queso. Infusión: leche/yogurt 1 taza. Si, leyeron bien, 3 rodajas de pan integral. En mi cabeza era imposible, ya 2 me parecía un exceso, 3 me parecía demasiado. Creo que una sola vez comí las 3 rodajas. Un par de consultas después le dije que no podía comer 3.
Al día de hoy el desayuno es mi comida favorita. Amo levantarme y elegir qué desayunar, y lo hermoso de llevar un plan de alimentación como el que llevo y la forma en la que Agus enseña es que terminás aprendiendo a resolver, y sabés qué conviene comer de acuerdo a las necesidades del momento.