No todos se animan a caminar por el fuego

Sí me seguís en instagram, sabes que esta semana subí un video de mi proceso que empezó en 2018.

Cómo habrás visto en los otros blog posts, mi enemistad con mi cuerpo y la comida comenzó hace muchísimo tiempo.

Durante varios meses evité mirar fotos de 2020 porque fue, en mi cabeza, mi mejor época. El mundo se venía abajo pero yo tenía todo el tiempo del mundo para dedicarme a mi misma. Cocinaba, entrenaba, meditaba, hacía todo “bien”. 

 

Con el 2021 vinieron los “problemas”, a medida que iba creciendo en las redes sociales, la presión se volvió cada vez más intensa. Satisfacer a las personas no es fácil, y es un área muy gris entre la gente que realmente te quiere ayudar y la gente que comenta porque es gratis. Sumado a eso, empecé a notar que la gente me “admiraba” por ser una persona gorda entrenando, entonces por qué cambiaría eso que tanto admiran. Era (y sigue siendo) una lucha constante entre mi ego, y lo que realmente quiero. Progresivamente fui dejando de lado la alimentación, hasta que finalmente en septiembre decidí dejar de lado esa parte de mi vida para enfocarme en lo que apremiaba: la salud de mi mamá. 

A medida que iba creciendo en las redes sociales, la presión se volvió cada vez más intensa”

Dejé el vegetarianismo, volví a los carbohidratos a la noche, y volvieron los atracones. Después del que consideré mi mejor año, sentí que había vuelto la nube arriba de mi cabeza y no había forma de sacarla, y el mayor problema era lo culpable que me sentía por sentirme así. Porque no es mi enfermedad, no la estoy atravesando yo. Pero en realidad, si. Desde otra perspectiva, en primera persona pero desde otro lugar, y no por eso deja de ser doloroso, y no por eso deja de ser importante. Pero decile eso a Soli de hace 7 meses, llorando y sintiendo vergüenza por sentirse así. 

El 31 de diciembre de 2021 marcó un antes y un después en mi proceso.

Una gran discusión con mi mamá me llevó a replantearme todas mis prioridades y cómo, una vez más en el afán de acompañar y cuidar, deje de lado lo que siempre tendría que ser mi prioridad: mi propia salud. A costa de muchos días de llanto, mucha frustración y mucho dolor, logré empezar a poner en palabras ciertas cosas que venía arrastrando hacía años, por no decir toda la vida. 



Este proceso no es bajar de peso, quiero que eso quede claro. Es solucionar cuestiones que se vienen arrastrando desde toda la vida, y aprender a convivir con las cosas que uno no puede controlar, y modificar las que una sí puede.


Hoy, una de ustedes me dijo una frase que creo que algún día convertiré en tatuaje: “No todos se animan a caminar por el fuego”. No todos se animan a transitar esto, a sufrir en pos de un mejor mañana, a abrir esas puertas que tenias selladas bajo mil llaves. Este proceso es doloroso, incontables veces te va a hacer mierda, te va a abrir heridas que creías tener curadas, muchas veces más de lo que una puede soportar, es un proceso en el cual infinitas veces te vas a sentir sola, vas a sentir que no podes ni querés mas, que no tiene sentido, que no le ves el motivo. Es un proceso que va a durar toda la vida, no hasta el “alta”, no hasta “la cirugía reconstructiva”, y cuanto antes entendamos eso, antes vamos a dejar de sufrir por los tiempos. 

“La única certeza que tenemos es el momento presente”

La única certeza que tenemos es el momento presente, cada decisión a cada paso que damos, cada momento que decidimos seguir con este camino hacia una vida saludable.

Yo que hoy me siento del otro lado, aunque aún tenga muchísimo camino por andar te digo: animate a cruzar por el fuego, porque de este lado todo se ve mucho mas lindo, la vida se ve linda y el futuro te sonríe.

Previous
Previous

Ser sexy es una cuestión de actitud

Next
Next

Los perros reemplazaron a los hijos?